Despierto. Abro los ojos. Estoy de nuevo en el mismo pasillo, en el mismo lugar por donde camino todo el tiempo, las paredes azules, la pintura desprendida por partes sólo evidencia el deterioro en el que se encuentra el edificio y al final de ese gran pasillo, como siempre, está la puerta, grande y blanca a la que me acerco. La abro con temor, sé lo que está dentro pero siempre me golpea como si fuese la primera vez que se encuentra en mi vida. Esa belleza siempre me toma por sorpresa.
Al otro lado encuentro luz y magia, una habitación blanca iluminada por sólo ilusiones muertas en donde espero la justificación para sentir lo que contigo sentía; en donde busco el fantasma de una voz amiga que me conceda el permiso de hablarte, abrir mi alma, sentirte. Pareces una estatua de marfil blanco en el centro de la habitación. Aún con miedo de que desaparezcas estiro mi mano hacia tu piel perfecta y entro en contacto contigo. Estoy maldito, hechizado con un embrujo que creció con tu cuerpo cuando, unido al mio, compartimos los sueños del País de Nunca Jamás, un país lejos de maravillas y Peter Panes si tu no estás.
A pesar de saber que tu y yo debemos estar juntos, todavía temo por la posibilidad que nunca pasará, que este vida no sea de placeres, pero temo más aún el final feliz que contigo está escrito en una de las hojas de mi libro de vida, la que se desprendió y cayó al fuego, la única que, quemada por la hoguera del bienestar, vive aún en esencia como una hoja perdida a lo último de mi cuento sin final.
Con el contacto de tu piel recuerdo nuestro tiempo y escribo el quinto poema consecutivo en donde pregunto por tu paradero, por tu belleza que me deslumbra por las noches y me desvela sin sentido recorriendo, con besos de fantasía, cada rincón de mi alma regocijada por las caricias de esos labios suaves, pequeños, únicos a mis ojos. Tu aroma invisible me lleva al tejado de mis sueños y observo locamente lo que has hecho con mi vida, convertido en un demente que aún te siente sin poder negarlo al viento. Aún me tienes sin controlarlo.
De repente, al contacto de mi piel, te vas, se esfuma tu cuerpo blanco y perfecto de mi cuarto, se cierra la gran puerta que da al pasillo antiguo, se apaga toda luz que me brindaba esperanza y asesino tu recuerdo con tinta y trazos de dolor por las cosas que no sucederán. Mi energía vuela para encontrarte, lucha por llenar la transparencia insoportable de la distancia, del tiempo, de la lógica. Mi cuerpo se rinde al sueño, al agotamiento y me duermo en el centro, en tu lugar. Cierro los ojos. Duermo.
Despierto. Abro los ojos y tu no estás en el lado evidentemente vacío de mi cama. Y tu ya no estás en energía y presencia, te fuiste y dejaste un agujero en mi.