Las cosas que se anhelan

Se anhela el cariño y el calor que sólo una nueva experiencia puede darte. Esa que consiste en enamorarse de alguien nuevo, de una nueva forma y hacer lo mismo de veces pasadas, pero distinto.

Se anhela un abrazo una vez cálido, ahora frío, uno que fue fuerte, grande, cuyos ingredientes eran fantasías y una pizca de sentimiento.

Se anhelan las palabras dulces que pueden salir de mi boca, que se amontonan en mi lengua y sólo encajaban perfectamente en tu cuerpo. Por ahora. Por siempre, tal vez.

Se anhela y espera un mensaje hecho de mentiras en el que me buscas y dices: "Volvamos a intentarlo". Tanto se quiere esto último que paso las horas grises mirando mi celular esperando que las ganas sean suficientes para cambiar tu mundo.

Se anhelan esas charlas sobre lo que existe y lo que no, lo fantasmal y lo real, sobre las cosas que nos gustaban a los dos, pero sobre todo se anhela la emoción de ver en tu cara una sonrisa por decir algo que ayudó a tu vida.

Se anhelan (Y esto creo que por siempre) esas caminatas nocturnas, sentirme protegido con tu presencia y caminar como si el mundo no existiera, sentir que con vos no ocupo nada más, de nuevo, pero contigo.

Se anhela la esperanza que mataste con una flecha de centauro, mágica, dolorosa y madura.

Se anhela llegar a esa puerta abierta de par en par, se anhela romper las cadenas que de nuevo coloco en mis tobillos, otra vez esperando el sentimiento verdadero que sólo el tiempo, ese mismo al que le tienes tanta fe, decidirá cuando volverá a mi vida.

17/07/2013 10:57

Estaba sentado, como siempre en su lugar, con sus anhelos y recuerdos, con las cosas en las que no quería pensar. Se sentía solo, pero no con una común soledad, era algo más profundo y frío, es la sensación de estar huyendo de los recuerdos que lo acechaban en cada esquina, cada canción y fotografía.

 Ya no era el mismo que amaba, ahora odiaba o simplemente no sentía. Era un hombre distinto con las mismas ilusiones, con las mismas metas sin cumplir, pero no, ya no era el mismo. Ahora hacía música, ahora cantaba, era fuerte y se enfrentaba a los demonios que hacía años no pudo y de los que huyó.

 Pero había algo que no sanaba, una herida que estaba abierta como un río por sus venas, era ella, la que nunca tuvo por más cerca que estuvieron en una cama compartida. Ella, la hermosa, cara perfecta, sonrisa intrusa que lo conquistaba en su imaginación, que lo hacía necesitarla cruelmente y lo desechaba cuando ignoraba sus palabras.

 En tiempos lejanos hubieron abrazos y besos, hubo pasión, sudores y sexo, en esos tiempos que existieron solo para él y que ella desechó como algo de una tarde, que pudo haber sido con cualquiera. 

Él era la bestia de ese cuento y su bella nunca quiso vivir en el mismo castillo, él sostenía una rosa marchita desde hace tres años, muerto, cansado, aún buscándola a oscuras en el primer escalón de las escaleras que lo llevaban hacia el cielo y su bella siempre furtiva y despreocupada, siempre diciendo que no con los "si" que salían de su cuerpo.

Y por fin lo decidió, tuvo el valor de levantarse de su lugar, el maldito, el poeta muerto. Y encontró en los ojos de su amada un sol y una luna, el primero brillante e interesado, pero con problemas que lo ataban a la distancia; la segunda oscura y fría, una mirada que sabía que lo controlaba y lo perdía en sus más oscuros deseos y emociones. 

Todo lo que pudo hacer fue ver a sus astros, no podía moverse, ni lo quería. No podía vivir y aún así no moría. 

Pobre del poeta muerto, vinculado está a su historia .