Ayuda mágica

Una amiga bruja de las más bellas me pidió como ayuda publicar uno de sus maravillosos cuentos. Espero que les guste!

El Regalo de Osun: La Rosa de Luz

Mi pequeño altar ya estaba armado, le hacía honor a la Luna llena y al mágico día de los unos (11-11-11), en el sur el fuego espiritual de las dos velas de los Dioses alumbraba mi ojo de cristal sentado en el centro, el incienso a mi izquierda me sumergía en el trance, al lado derecho en el vaso con agua salada Ella reposaba, un cuarzo cerca de mi corazón era el ancla, el norte de mi destino y amor. Escuchaba embelesada la música en repique del aguacero, los cuarzos líquidos de este me hicieron sentir miles de voltios en mi alma, yo no podía olvidarlo, por más que he intentado distraerme en mil cosas, inevitablemente cuando su espíritu viene a mi memoria me acompaña la hermana nostalgia, el hecho de haberle conocido en esta vida mas no poder acercármele tanto como deseo aguza el dolor.

Aunque he de admitir nos hemos encontrado alguna vez en los planos más sutiles, al reunirnos nuestras almas desaparece momentáneamente ese vacío dejado por su violenta partida allá en China en manos de malvados, por otro lado en la vigilia su indiferencia, sus distracciones estériles que lo apartan del amor anhelado y de su misma naturaleza elevada.

Mis pensamientos vagaban por las esquinas de la memoria inefable y eterna, por todos aquellos intrincados pasajes pertenecientes a esa y esta vida, aquella hija hermosa producto de nuestro amor, aquel día, aquella, el lecho floral, la casa de nuestro futuro, y más. ¡Detente te lo ruego Oya! Tus vientos y tempestades abaten las aguas de mis sentimientos, tu riges a los muertos, te lo llevaste aquella vez, ahora al parecer esperas pacientemente regir mi agonizante corazón cuando ya no pronuncie latido; incontables veces he sentido las lágrimas ahogarme pero ya aprendí a nadar.

Seguí retando a Oya, el contenido del vaso comenzó a burbujear furiosamente, al ver esto me inquieté al pensar que la señora de los muertos venía a por mi, las pequeñas conchas arremolinadas en un danzar grácil en el pequeño Mar, preludio de una asombrosa manifestación, el agua decidió liberarse de la prisión vidriosa, el recipiente se rompió para presentarse en la hermosa figura de una señora, esta no era otra que la Diosa Osun, Afrodita negra, aspecto Mari proveniente de la extensa Sabana Africana, acompañante fiel de los antiguos esclavos negros.

Su hermosa voz era la lluvia, me habló dulcemente, sacó su espejo negro e invocó a Ifá, el oráculo yoruba y consultó si debía rebelarme un arcano, veía el espejo con hermosos mohines en su rostro de ébano, de pronto se iluminó este con una sonrisa y me dijo: "¡Vamos!" mientras me extendía su mano, así iniciamos nuestro viaje a través de los dominios del orishá del Mar, Olookun. Agua de sombras llena de puntos brillantes, todos estos puntos eran los distintos orishás y los antepasados yorubas, los egungun que centelleaban ostentosos cuales gemas conformando el manto sideral.

De pronto la oscuridad se desteñía en tonos índigos hasta encontrar a los turquesas propios de las cálidas aguas caribeñas con sus ramilletes vivos multicolores; el portal nos condujo a Osun y a mi al lugar de los tres limoneros eternos, tierra alguna vez refugio de piratas, cuna de misterios, perla del Caribe, la provincia de Limón; caminamos sobre la tibia arena de la costa, se oían en la lejanía infantiles risas entonces mi pie chocó con una piedrita vi hacia abajo y en la cama arenosa se asoleaban cientos de conchitas y caracoles, estos me parecían trompos, esos unas estrellas, aquellos unos pájaros, todas figuras tornasoles besadas por la sal y el sol, por allá el corro de estrellas de mar y los arbolitos de coral, ¡Déjà vu, esto lo he visto antes! Venía corriendo a gran velocidad una pequeña silueta dando ágiles acrobacias y saltos, se aproximaba cada vez más, me inundé de alegría al ver un rostro obscuro como el caimito, con el pelo en pequeñas motas apretadas, ojos de porcelana y esa risa inconfundible, esa risa que descubre sus encías rosadas como papayas, sus risas seguían resonando por la playa en acompañamiento armonioso con las olas que quebraban en la orilla aportándole a la música de la naturaleza más frescura aún. El pequeño y sonriente niño de unos siete años de edad gritó “¡Osun!” y se tiró a sus brazos.

Osun le dijo: “¡Mi amado hijo chiquito y aventurero, valiente poseedor del egbe, Cocorí!” y lo alzó en brazos.

_ “Mamá Osun, ¿A qué se debe que hoy te presentes en esta forma?, si la mayor parte del tiempo que te veo no tienes forma fija, lo que haces es jugar conmigo al enseñarme al otro negrito en la poza, crear bosques submarinos al reflejar a los árboles milenarios de la selva, también le ayudas a mamá Drusila a lavar ropa, nos quitas a todos la sed, nos limpias mientras jugamos en tus aguas.”

_ “Cocorí, tu me entiendes muy bien, esa es mi naturaleza, soy la esencia del cambio, la única constante en este mundo, siempre atendiendo todo lo que compete al amor ya que es el amor el que nos une a todos, es lo que mantiene el equilibrio entre todos los seres el negro cantor y el viejo pescador te han hablado de todo ello. Hoy decidí sacar mi forma de orishá porque mi acompañante me llamó en este día de unidad, sólo que no creyó que me vería a mí, sino a mi hermana Oya. Su pequeño altar y nostalgia me atrajo. Hoy vamos a revelarle un secreto y le daremos una sorpresa. ¿Me ayudas?

_ “¡Claro que sí! Pero, ¿ella que tiene? Realmente se ve un poco de tristeza detrás de su sonrisa dentro de sus ojos ¿qué te pasa? – Dirigiéndose a mí.

Yo sólo sonreí.

_ “¿Te gustaría jugar un rato y luego comer frutas y arroz con leche en casa con mamá Drusila?

_ ¡Por supuesto Cocorí!

¿Cómo negarme si era Cocorí, el héroe de los cuentos de mi infancia que me leía mi madre?

Los tres jugamos con las olas del mar conversando de todo, de las historias de Cocorí y el origen de mi aflicción, al tener hambre nos fuimos a casa de mamá Drusila, una exuberante dama con la misma sonrisa del negrito, perfumada de lirios y olorosas frutas tropicales: caimitos, papayas, piñas, plátanos, y cocos y su sabroso arroz con leche y jamaica; inevitablemente la asocié con Yemayá, Anna en la Tradición de las Hadas, sabia madre de toda la humanidad dueña de los misterios de Oduduwa: la muerte y el renacimiento. Al pensar más a fondo las aventuras de Cocorí se desarrollan por y para la Diosa, siendo el punto de inicio, la niña rubia, el aspecto Nimüe, doncella y su regalo, la rosa: al deshojarse la hermosa flor, empieza el camino en busca de respuestas, enfrentando sus miedos, los animales y personas con los que se encuentra son sus maestros, el agua, Osun presente siempre le da crecimiento a la búsqueda de Cocorí y a la rosa simultáneamente, después se encuentra con uno de los más importantes de estos maestros, el negro cantor y le enseña el valor de la vida que se vive con bondad, así aprende Cocorí que su rosa fue plena y vuelve al principio de todo, su mamá Drusila y al retornar se siente en paz consigo mismo y le espera la sorpresa de que del tallo brotó un hermoso rosal.

Todas estas ideas revoloteaban en mi cabeza rápidamente, en la casa se hizo de noche y Osun me dijo era tiempo de retornar, me puse triste al oírla, mamá Drusila y Cocorí asintieron que debía volver a casa. Apenada le pregunté a Osun por los secretos y sorpresa que me había prometido, ella me dijo: “Los secretos hija mía, ya los sabes y la sorpresa…”

Cocorí se fue al patio corriendo, al volver traía en sus pequeñas manos una rosa para mi.

_ “Toma, es tuya” _mientras sonreía tiernamente.

Brinqué de felicidad, esta rosa era hecha de cristal palpitante, con los estambres de hilos de luz y rodeada de una aureola de sutil fragancia para mí al igual que Cocorí, fue algo mágico. De repente todo se oscureció y desperté, al ver mi altar noté que el vaso con agua salada no estaba roto y me dije que todo fue un sueño pero al acercarme al altar la vi reposando en el pequeño mar, el regalo de Osun: la rosa de luz. Sonreí y mi corazón me dijo: “la rama de tu amor no morirá, ahora es tu tiempo para empezar tu propio rosal y la nube rosa de encanto los envolverá a ustedes dos uno de estos días”.

Victoria S. (Fée Gothique)


Glosario:

Egbe: Divinidad que representa al doble espiritual que está en el Orun viviendo como un reflejo en cada uno de los seres humanos.

Egungun: Los ancestros de los yorubas.

Ifá: Es la divinidad que simboliza el arte de la adivinación.

Oduduwa: Es el que rige los misterios de la muerte.

Olookun: Orishá del mar, viene a ser el Neptuno de los yorubas.

Osun: Orishá del amor y del río del mismo nombre, se le asocia también con la belleza y la fecundidad femenina, la riqueza y las joyas. Es la Diosa Afrodita de los yoruba.

Oya: Es la orishá de los vientos y de las tempestades, de los muertos también. Los Egbado la llaman Yansan o Ivamesán y está relacionada con los vientos marítimos pues se le rinde culto a la orishá del mar.

Yemayá: Madre divina, divinidad del mar y madre amorosa de la humanidad hija de Obatala y esposa de Aganju.

No hay comentarios:

Publicar un comentario