Historia de dos corazónes (Recuerdos del pasado o cuentos contados por las voces de la noche)

Una noche nevada, fría, perfecta, nace una niña maldita, una niña con el dolor de no poder querer, una niña que sería amada. Al mismo tiempo, en el mismo hospital nace el amor de su vida, el que nunca reconocería, el que estaría con ella hasta el final de los tiempos. El niño, amable, cálido, bien parecido, pero también maldito, con el dolor del rechazo y del amor incondicional.

La niña nació prematura y por un error de las enfermeras su incubadora se cayó, se rompió en mil pedazos. Ella sobrevivió, pero si hubiesen intentado reconstruir la incubadora se darían cuenta que faltaba una astilla, un pequeño pedazo de vidrio. No sabrían que la pequeña astilla volvería a su hogar años después.

Ella, creció, tenía cabello castaño, ojos café claro, un cuerpo normal, no de modelo, pero perfecto a los ojos de quién la complementaría. Estudió como una niña normal, siguió su vida luego de su nacimiento, no sabía su futuro, como ninguno de nosotros lo sabemos.

Él también creció, cabello negro como una noche sin nubes, como un mar calmado, ojos pasivos y amorosos. Lucho toda su vida por lo que quería: Salir de la pobreza y luchar por un futuro y una familia, antes de su muerte anunciada. Y fue ahí donde la conoció.

Un día soleado de verano, ambos estaban en la Universidad Central, ella caminaba rápido por el camino de piedra que conducía desde la aulas hasta el lugar de encuentro, no quería llegar tarde a la reunión con sus amigos, de todas formas al ser la más popular podrían hablar sobre ella si cometiese algún error. Él caminaba despacio, en realidad no tenía muchos amigos y casi nadie sabía que existía, la verdad era que le bastaba con la gente que estaba cerca de él desde que nació, esos que sabían sobre su enfermedad, los que sabían que iba a morir joven.

Él iba escuchando música mientras caminaba viendo el paisaje, esa canción que relataba justo como creía que sería su amor, esa canción que decía la verdad sobre su vida: Nunca podrían estar juntos, aún si lo reconociera. De pronto sintió un golpe, vio el reflejo castaño del cabello de la mujer más hermosa que había conocido, era imposible nunca haberla visto en la Universidad y aún así, era la primer vez que la veía.

Discúlpame! Estaba revisando un mensaje en mi celular y no te vi!- Dijo ella mientras intentaba recuperar el equilibrio.
-No.. No hay problema - Dijo él tartamudeando, su belleza lo había dejado sin palabras.
-Me voy, llego tarde, discúlpame nuevamente- Dijo retomando su paso, alejándose de su destino, pero dejando un rastro de aroma que él, eventualmente, seguiría.

Desde ese momento él supo que tenía que saber su nombre, pero se sentía pesado, sin palabras, sin aire y con su corazón a punto de explotar. No sabría que decirle, no sabría como contactarla, no sabría como comportarse junto a ella, simplemente ella volvía a escribir la historia en su cabeza. Sentía que con ella nunca moriría.

Ella lo sacó de su cabeza, simplemente fue un chico con el que tropezó y al que pidió disculpas, no tenía sentido pensar más en él. Su corazón era incapaz de amar. Algo en sus vidas había hecho el "click· final y una vez más, como en todo cuento, la maldición comienzó a hacer efecto.

Pasaron los días y él no podía comer ni estudiar sin pensar en ella, su corazón se sentía cálido, completo, complacido con su recuerdo. "Fue solo un pequeño encuentro, un tropiezo, un error del destino, es estúpido pensar así en ella" se decía a sí mismo para intentar recuperar el ritmo normal de su vida, tratar de pensar en sus ilusiones antiguas, en las que ella no estaba. Pensar en ella era lo peor que le podía pasar a el. Amarla lo peor que le podía pasar a ella.

Mientras él la amaba con todas sus fuerzas, en su casa, a pocos kilómetros de distancia, ella estaba en cama, con fiebre, dolor de cabeza y mucha tos. Se sentía mal pero era un simple resfrío, o eso era lo que pensaba. Su vida transcurrió normal, iba a clases, salía y disfrutaba su vida, con la carga de su tos, claro.

Dos semanas despues, mientras él estaba en clases, ella caía poco a poco en el suelo del camino donde su primer encuentro había sido, caía mientras veía como en cámara lenta la puesta de sol, esa puesta de sol tan parecida a la de aquél día... ¿Que le estaba pasando? ¿Porque lo único que podía pensar mientras caía era en él, ese chico extraño de aquella tarde? ¿Porque no se sentía preocupada por haberse desmayado?

En el momento en que ella tocó el suelo y entró en su sueño profundo, él estaba preparándose para salir, se dirigía a su casa, cuando se sintió mareado, cansado, su vista se nubló y como un rompecabezas, se volvía negra por partes hasta cubrír todo lo que su visión alcazaba. Un dolor intenso, como fuego, como hielo al mismo tiempo se agrandaba en su pecho.

Juntos al nacer, juntos en su camino hacia el hospital que los vio respirar por primera vez, juntos al dormir eternamente en el mismo lugar que les dió la vida. Despertaron al mismo tiempo en una habitación blanca, con el olor estéril típico de un hospital y con ese ambiente serio y frío que los caracteriza. "Juntos hasta la muerte" habían pactado sus almas antes de nacer.

-¡Hola! Nos volvemos a encontrar - Le dijo él con la sonrisa más sincera que pudo hacer
- Hola, paraces feliz de verme aquí, en estas condiciones, gracias por el apoyo, pero no sirve para nada- Le contesto su amada con el tono más cortante que pudo tener. Un tono como hielo afilado.
- Bueno, en realidad si estoy feliz de verte, puede ser la última vez que vea algo y estoy contento de ver a alguien en quien he pensado tanto tiempo.
-¿La última vez? Eso es muy pesimista para ser tan joven.
- Bueno, no es pesimismo, en realidad. Tengo una enfermedad degenerativa desde que nací, mi corazón se desangra y los doctores no saben cual es la causa, muy seguramente vaya a morir.
- Wow, no lo sabía. Lo siento mucho.
- No lo sientas, yo no lo siento más y mucho menos si la última cosa que veo, eres tu.

Pasaron varias noches de igual forma, hablando entre ellos, conociéndose entre sí. Pasaron varios meses, sabían sus cosas preferidas, él la amaba cada vez más, ella intentaba sentir algo, pero lo único que tenía en su mente era su temor a morir como ese chico

Y decidió la vida apartarse de esos cuerpos una noche de Diciembre, una noche nevada, fría, perfecta. La muerte llegó por ellos al mismo tiempo, mientras dormían, tenía ordenes de llevarlos, de jugar con sus corazones, era lo que debía pasar porque el destino es cruel.

Finalmente, en un cuarto de madera, lleno de colores sepia, con tristeza en todo lado en el que puedas posar la vista de tu alma, lector, se encontraban juntos de nuevo sus cuerpos, ya sin ellos. Los médicos harían la autopsia, la astilla sería encontrada.

Al abrir el cuerpo de ella, la hermosa, no encontraron su corazón, o más bien, lo que encontraron fue un pequeño órgano disecado, deshidratado, la causa de su muerte. Al abrir el cuerpo de él encontraron un corazón gigante, ocupaba todo el espacio en su pecho, y en el centro un vidrio que lo desangró hasta la muerte.

Y asi vivieron, así pasó su historía, me lo contaron ellos en sueños, y ahora, te lo comparto para que estén tranquilos de que su historía al menos, quedó escrita en un algún lado del mundo.

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