Susurros Nocturnos I

Susurros Nocturnos I
El Mago de las Letras


Un hombre, solo en su casa, queriendo hacer magia con tinta y papel, queriendo recuperar parte de sí. Las ilusiones comienzan a empapar el papel y se desbordan de felicidad por los márgenes de la hoja, felices por salir de su prisión donde estaban recluidas.

El hombre dibuja con palabras una puerta grande de madera con bizagras de hierro y ornamentos antiguos de los que te hacen recordar el olor tan conocido del hogar, del lugar donde puedes tú mismo, de ese lugar que está en la mirada, ese lugar que encuentras en un abrazo, que está detrás de la puerta del recuerdo.

Un olor, un abrazo. El primero se reconoce cuendo lo sientes, es siempre el mismo, una chispa invisible que te da la seguridad que vas a estar bien, protegido, querido. Es un olor indescriptible y aún así rememorable al tomar una gota de historias en el viento. El segundo es explosivo, feliz, nostálgico, sólo encajable en una idea tonta del amor, un mundo al revés donde las sonrisas, a veces, son lágrimas traducidas. Es un abrazo que se comparte con una persona que tiene un olor, en un lugar: el lugar detrás de la puerta.

La puerta, grande e imponente, pesada y hermosa se abre facilmente con la fuerza de los anhelos falsos y fantasiosos de este mago poeta. El hombre reconoce el lugar, el olor, el abrazo y la persona. Su pluma deja de escribir su historia, su tinta se seca, todo es importante y todo es alguien. Y se olvida de su mundo, de donde proviene, su planeta gris; ahora está dentro de un café en una Universidad en el tiempo, rodeado de colores, en un lugar, con su olor, su abrazo y la persona. Magia por todos lados, fantasías volando con alas de hada a su rededor.

Y duerme, sueña en el calor de la fantasía que fue fantasía en su momento, con la oportunidad que perdió, y que será recuperada cuando encuentre, entre el desorden de emociones, escombros de castillos, vidas y proyectos por hacer, la razón para cantar esas canciones con sentido perdido, la razón para reír desde adentro sin dolor ni lágrimas.

Despierta y cierra la puerta, escribe de nuevo su candado cansado y la llave blanca, brillante y fría con un lugar grabado, con la idea de un olor dulce y una nota para no olvidar quién fue y con quién lo fue. Pinta la útima letra mágica, termina el libro de la historia que seguirá escribiendo y se prepara para continuar otro capítulo escrito en el aire, papel y alma.

Un hombre, solo y acompañado en todos lados; un mago de letras, pintor de palabras y duende del tiempo, con una parte de sí que nunca perdió, ni perderá mientras porque mientras lo recuerde siempre será suya.

1 comentario: